31.10.09

Niños perdidos

Siempre fui uno de esos niños que sienten la urgencia de crecer, de hacerse mayores para saborear la vida sin restricción de horas de queda, ni tareas de escuela, ni tíos, ni padres divorciados, ni la responsabilidad de ser el mayor de los hermanos. Siempre me sentí mejor acompañada por mis propios demonios que teniendo alrededor los santos de los demás. El mar, la humedad y los estupros del puerto enmarcaban los recuerdos de mi infancia, y ahora teniendo poco más de un puñado de años de adolescencia, sentía que mis botas caminaban en la marcha que yo requería.
El teatro y la literatura me amarraban al mástil de la cordura y los entendimientos. Sin embargo la mayoría del tiempo saltaba la barda de lo sensato y corría a entremezclarme entre las ánimas en pena de las noches saladas del malecón.

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